En
la difícil profesión de ser padres, educamos a nuestros hijos teniendo como referencia
la educación que nos dieron nuestros padres, asesorándonos en libros y, sobre
todo, guiándonos por nuestras intuiciones. Y es que educar no es una tarea
sencilla. Cuando nos encontramos con el recién nacido en brazos, ponemos en
marcha todo un abanico de recursos y olvidamos, con frecuencia, otra necesidad
importante para su desarrollo: la necesidad de autoridad y límites.
En muchas
ocasiones tendemos a unir el concepto de “autoridad” con el de “autoritarismo”.
Unos padres autoritarios valoran la obediencia incuestionable, no aceptando
ningún tipo de comportamiento u opinión que contradiga lo que ellos consideran
adecuado.
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